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“Fiat lux”. Diálogo con Pablo d’Ors

Intervista in italiano

A diferencia de los demás, Biografía de luz es un libro valiente, dados los temas que tratas. Me recuerda muchas los libros de homilías medievales. Por mi experiencia personal, creo que el conocimiento de la Biblia en las nuevas generaciones se está desvaneciendo cada vez más, por eso te pregunto ¿qué público imaginas para tu libro?

Me gustaría pensar que todos mis libros, no sólo este último, están escritos con coraje. Escribir un libro es para mí siempre un salto mortal. Me entrego a diario a la escritura, desde hace casi treinta años, con toda la fuerza de la que soy capaz. En literatura, lo importante no es nunca lo que se aborda, sino cómo se aborda, la perspectiva. A decir verdad, no he escrito Biografía de la luz para contar la Biblia, o más precisamente el Evangelio, a las nuevas generaciones, sino para saber yo mismo en qué creo y cómo. El destinatario natural de mi/nuestra Biografía de la luz son los buscadores espirituales, es decir, todos aquellos a quienes no basten el cuerpo y la mente y, en consecuencia, tengan sed de espíritu, y eso con independencia de su confesionalidad o agnosticismo.

Cada persona tiene su propia idea de la luz y de las imágenes que la acompañan. En mi caso, me vienen a la mente dos frases de la Biblia: “dixitque Deus fiat lux et lux facta est” (Génesis, I, 3) y “et lux in tenebris lucet et tenebræ eam non comprehenderunt(Juan. 1, 5) – y un episodio del documental Cosmos de Carl Sagan. Por lo tanto, ¿qué fue para ti la “luz” antes de la vocación, de la que hablas en Entusiasmo?

Antes de mi experiencia vocacional – que relato en mi novela Entusiasmo – contaba sólo 19 años y la luz no era para mí todavía una experiencia, sino una simple idea bonita. Durante mi primera juventud aún no conocía verdaderamente las sombras, de modo que difícilmente habría podido entender que la luz es una sombra alumbrada.

Al comentar los pasajes de las Escrituras colocados al comienzo de cada capítulo, siempre mencionas los textos canónicos, aunque a veces usas descripciones inconscientemente referidas a los evangelios apócrifos. Si consideramos que ya forman parte, especialmente en algunos pasajes, de nuestra imaginación, ¿por qué nunca quisiste mencionarlos explícitamente? Me limito a mencionar el retrato de José en el Protoevangelio de Santiago.

No reconozco en mis glosas al evangelio ninguna resonancia de los apócrifos, ninguna. Si las hubiere, obedecerían a que mi mirada (como la de quienes escribieron los apócrifos) es a lo interior, no a los sucesos históricos. Con los evangelios canónicos, además, tengo alimento suficiente para toda la vida, gracias a Dios.

En el capítulo 3. El sacerdote. Entrar en el propio templo, escribes: “El silencio es probablemente la mejor respuesta a la manifestación de Dios. El silencio nos da tiempo para asumir lo que sucede, para conservarlo en el corazón, para no sacarlo fuera de inmediato, corriendo el riesgo de profanarlo con interpretaciones injustas. “. Si este pasaje parece casi una repetición de tu Biografía del silencio, poco después afirmas “Un sacerdote es alguien que trabaja con la voz, anunciando la Palabra y celebrándola. Para un sacerdote, enmudecer es tanto como quedar invalidado como tal. Debe replantearse su vocación, es decir, su voz interior, dado que ya no puede proyectarla”. Eres al mismo tiempo un sacerdote que practica la meditación silenciosa. ¿Cómo concilias tu forma de actuar con lo que has escrito?

Palabra y silencio no se oponen, son las dos caras de la misma medalla. Sin silencio, el trabajo literario es necesariamente superficial. La escritura es un ejercicio espiritual, y no hay espiritualidad posible sin silencio. Silencio no es ausencia de ruido, sino de ego. La práctica de la meditación limpia de egocentrismo la práctica de la escritura. El ejercicio de la palabra es casi necesariamente auto-afirmativo; el ejercicio del silencio, en cambio, es estructuralmente humilde. Los sacerdotes, por otra parte, deberían, deberíamos, callar mucho más. La predicación sólo es auténtica predicación si viene precedida, acompañada y seguida de oración. Todo lo demás es ruido y vanidad.

Encuentro muy profundo en su naturaleza contradictoria lo que escribe en el capítulo 5. El niño. El nacimiento del espíritu: “Vaciamiento y alumbramiento, virginidad y maternidad, pobreza y belleza … el cristianismo se articula en estos y otros tantos binomios paradójicos”. ¿No crees que esta definición solo puede ser recibida por un creyente, mientras que sería totalmente irracional para los que no tienen fe?

No, no lo creo. Los cristianos no tenemos el copy right de la paradoja. También los no creyentes experimentan que el vacío es la antesala de la plenitud y, en ocasiones, la plenitud misma. Lo que sucede es más bien que los cristianos hemos utilizado a lo largo de la historia un lenguaje que ha dejado de ser inclusivo, como era el de Jesucristo, y que hemos utilizado la teología más para marcar la diferencia que para establecer puentes de unión con el mundo.

En el Epílogo del libro, explicas cuáles fueron las razones que te llevaron a escribir Biografía de la luz. Mi pasaje favorito es donde escribes: “Hay que permanecer en la noche, confiar y continuar trabajando. Sólo así se abre el día”. Si tú, como persona de fe, has experimentado y sufrido depresión, ¿cómo puedes convencer a un no creyente de que después de una noche de desesperación puede regresar la luz?

Yo no pretendo convencer a nadie, creyentes o no creyentes. Sólo pretendo mostrar el camino por el que yo he ido, confiando que eso pueda ser elocuente por sí mismo. Depresión y entusiasmo, y los dos los he experimentado, son las dos caras de la misma moneda. Quizá haya que atravesar ambos, así lo creo, para llegar a la famosa vía media, cuyas mieles empiezo ahora, con cincuenta y ocho años, a gustar. Respetar al otro, querer positivamente que sea otro, esto es, diferente a como eres tú, es para mí el principio del amor.

 

 

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