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Amazonia. Diálogo con Juan Carlos Galeano

Interview in English

Intervista in italiano

Juan Carlos Galeano, nacido en la región amazónica,  es poeta y académico. Además de su interés por la espiritualidad ecológica indígena, es autor de varios libros de poesía y del libro Folktales of the Amazon. Galeano también es traductor de poesía norteamericana y director de los documentales Los árboles tienen madre (2009) y El Río (2018) enfocados en espíritus guardianes de bosques y ríos. Imparte cursos de poesía latinoamericana y culturas amazónicas en la Universidad Estatal de Florida.

Galeano ha sido huesped de la quinta edición del Festival europeo di poesia ambientale organizado por Saperenetwork, en la Universidad Pontificia Antonianum (23 de octubre).

Tú has sido nuestro huésped en el Festival europeo di poesia ambientale, cuyo objetivo, como sabes, es concienciar a la humanidad sobre el respeto y el cuidado del medio ambiente a través de la poesía. ¿Crees que este es un objetivo posible, según tu experiencia como poeta comprometido? 

Yo pienso que el primer deber del poeta es con la poesía, dirigir todo su talento lírico hacia la creación de textos capaces de causar asombro y emoción ante el hecho de estar vivos en comunidad con los otros seres. Y en la alta calidad de su poesía debe ser inclusivo, mostrar las otredades del mundo.  Porque el aire, los ríos, animales y árboles, son socios nuestros en la trama de la vida, nuestros mejores compañeros de viaje en esta Tierra, como dijeran el budismo y las culturas ancestrales. El poeta debe saber que su mente y subjetividades son una extensión de la conciencia total de la tierra. Su voz está para revelarle al mundo que todos los seres, animados e inanimados son plenos de potencialidades y espíritu. Tal gesto es necesario, especialmente ahora con el deterioro en la vida de la especie humana y la extinción de muchas especies. Porque frente a la soledad y desesperanza por todas las discontinuidades, por un lado guerras y atrocidades, y por otro las catástrofes naturales, originadas o no por nosotros durante el Antropoceno, la imaginación, alimento en nuestras soledades, puede ser también capaz de revelarnos la maravilla y los misterios de las interdependencias y conectividades que somos. Porque el que yo pueda querer a un arco iris significa muchos lazos invisibles que nos unen. Igualmente, de nuestra visión poética se derivan nuestros afectos por la Tierra, no de las ideas y abstracciones que nos alejaron de ella a través de la historia. En eso los poetas tienen un gran reto. Nunca diría que un poeta deba dar fórmulas para cambiar la realidad. Pienso que el poeta está para mostrarnos el mundo no para escribir arengas políticas. Trabajar con el portento de la imaginación eso es lo que debe hacer la poesía sumada a todos los demás activismos necesarios.

Qué has sentido cuando descubriste que el Papa Francisco citaba dos de tus poemas (Paisajes, y Los que creyeron…) en el escrito Querida Amazonia?

Me alegró saber que el Papa había decidido incluir dos poemas míos, en ese texto suyo de solidaridad con los pueblos amazónicos. Debo agregar que su Querida Amazonia de 2019 es un gran apoyo en las luchas de los pueblos indígenas de la Amazonia y, en general, para el movimiento del medio ambiente. El Papa Francisco representa a toda la comunidad cristiana del planeta y encarna todo un gran sistema de creencias que reúne a naciones y modos heterogéneos de pensar. Imagínate lo que significa en términos de diseminación de la conciencia ambiental que el vocero más importante de la iglesia cristiana dedique un extenso texto para inventariar de modo crítico las relaciones de la cultura eurocéntrica por varios siglos con las gentes y tierras de la Amazonia.  Por otra parte, su Exhortación es también un acto de afecto y fraternidad hacia la Tierra y complementa su poderoso texto Laudato si, publicado en el 2015.  Con dichos escritos el Papa expresó una actitud iluminada por parte de la iglesia; un nuevo cambio dentro de ese camino de renovación que se viene dando al interior de la iglesia católica desde mediados del siglo pasado en pro de la justicia social y, ahora, en el contexto de la crisis ambiental.  Eso fue algo que se evidenció con la Teología de la Liberación a principios de los años 60’s, respecto a la vida social y ahora él se manifiesta en favor de una buena relación entre los humanos y el mundo no humano.

En tu poesía alternas imágenes en las que la naturaleza se revela indiferente a los destinos del hombre, en otras en las que interactúa activamente con él. ¿Cuál es su punto de vista privilegiado?

Es verdad.  Pienso que esa “indiferencia” de la naturaleza es metafórica de muchas relaciones de nuestra especie en el cosmos. Mi punto de vista es que no siempre podemos cambiar la manera como el universo circundante se comporta. El cosmos tiene sus propias leyes y es sentimiento de gran hubris de parte de la gente pensar que lo podemos alterar. Solo una actitud ingenua y arrogante es capaz de pensar que tenemos capacidad absoluta para manipular la vida.  En ocasiones alteramos la vida y nos encontramos rogando a los dioses que restauren la regularidad y periodicidad del mundo y ellos no nos escuchan. Dicha materia del universo, aunque esté llena de espiritualidad viva no nos escucha. Mi creación de imaginarios de eventos y procesos de la materia también implican la resiliencia y nuestros instintos de supervivencia.  En el poema “Juego” esto aparece a través de un modo cómico. Pienso que la risa y la comicidad son gestos positivos que nos ayudan en nuestro camino, reafirman la vida.

Juego

                        a George Auzenne, in memoriam

Los hermanos montaña y mar usan el río que los une como un lazo para jugar.

 

Un día al mar le da por jalar a la montaña y ella se voltea

con su calderada de volcanes sobre las tierras, las casas y la gente.

 

Cuando el mar menos lo espera, la montaña tira del río

y el mar ahoga cientos de animales y a los pescadores que viven en la orilla.

 

“Lo peor de todo es que el río más grande se presta para jugar”, dice una vieja.

 

La gente le ruega al universo y a las estrellas que les enseñen

a ese par de malcriados a tener buenos modales.

 

El universo y las estrellas dicen que no quieren meterse en problemas de familia.

En los estudios críticos se habla mucho del papel de Borges en tu obra. Además de él, ¿puedes indicar otros autores que formen parte de tu canon personal?

Primero debo reiterarte que Jorge Luis Borges sí que fue una influencia que me inspiró.  Al principio con su poesía, en libros suyos como Fervor de Buenos Aires (1923) hay poemas que sugieren una ternura hacia el mundo no humano. Pero El libro de los seres imaginarios (1967) de Borges me inspiró para la escritura de mi poemario Yakumama (y otros seres míticos) del 2014, libro que en este momento está siendo traducido al italiano por la investigadora Michela Coletta. Dicha colección incluye seres espirituales guardianes de la Amazonía, escrita y basada en mis recuerdos a lo largo de los años de escuchar las narrativas orales portadoras de la religiosidad ecológica de las culturas amazónicas. De Italo Calvino, no he leído mucho, pero Ciudades Invisibles es un texto muy popular que, definitivamente, me marcó por el poder de su imaginación.   Los surrealistas también fueron importantes para mí particularmente Henri Michaux. Creo que Calvino, Michaux y Borges, grandes mitógrafos en el siglo XX, han sido influyentes. Por otro lado, me fascinaron los poemas de William Carlos Williams y el imagismo de la poesía norteamericana, así como la poesía japonesa a través de sus haikus y tankas y Nicanor Parra en Latinoamérica. Pero lo fundamental, lo que hizo cambiar de modo radical mi poesía, nacida en los contextos de la poesía parnasiana y simbolista europea y latinoamericana, fue escuchar ese gran legado de narrativas orales, plenas de protagonismo del mundo no humano, con raíces en selvas, ríos y cosmovisiones de las gentes de Amazonia. Esa fue una influencia mayor para el modo mitopoético de mi poesía.

En la nota inicial de la traducción italiana de Amazzonia (Del Vecchio editore 2022), Silvia Valisa escribe que has cambiado ligeramente el texto de Collezionista. ¿En qué consisten estas variaciones?

En realidad, fue una modificación muy sencilla, señalada por la traductora Italiana Silvia Valisa.  En el texto original en español del poema Collezionista que apareció en la revista italiana Poesia en el 2016 yo decía “Los guijarros son planetas cuya historia el muchacho olvida todos los días en la escuela.”  Para el texto de la edición de Del Vecchio, decidí eliminar la palabra “muchacho” y dejar el sujeto implícito en el verbo en español. La doctora Valisa, una investigadora cultural y traductora respetuosa de los textos quiso advertirlo en su prólogo para el lector.

Naciste en Colombia, pero vives y enseñas en los Estados Unidos. ¿El lenguaje de los afectos y de la poesía es sólo español o también inglés?

Aunque he escrito poemas en inglés para mí, la verdad es que solo he publicado mi poesía en español. Sin duda, sabemos que pensar o escribir en otras lenguas enriquece la imaginación, la creación, pues una lengua es una cosmovisión. Sé que hay casos admirables, de autores que han escrito en otras lenguas, autores como Nabokov o el mismo Fernando Pessoa en menor grado, que han escrito en inglés.  Lo que sí he disfrutado es escuchar la lectura de poemas en inglés y en portugués. Cuando me gusta un poeta de otras tradiciones literarias lo leo en voz alta en inglés.  Pero la lengua de mis afectos y de la escritura es y será siempre el español. Es la lengua que escuché al nacer y con la cual he compartido mis afectos y he hablado sobre los afectos de los otros y Amazonia.

Una última pregunta. ¿Cuál es la reacción de los habitantes de la Amazonia cuando hablas de tu poesía?

Es interesante que me preguntes eso, pues recuerdo haber compartido mi poesía cuando pasaba temporadas en los ríos y la selva con mis amigos pescadores, cazadores y chamanes en los diferentes países de la cuenca amazónica. Lo hice muchas veces en las noches después de que ellos me contaban historias sobre seres espirituales de sus lugares. Entonces como un gesto de reciprocidad y de gratitud hacia ellos les leía los borradores de algunos de mis poemas. Me gustaba verlos reír y ver que algunos textos les gustaran. La razón era sencilla. Teníamos un imaginario similar; su visión poética del mundo y la mía tenían raíces animistas.  Como sabes, el animismo es en realidad, la religión más antigua de la Tierra. Un modo de ver y sentir todo el universo y la tierra como un gran ser vivo. Por eso pienso que tiene todo el sentido del mundo, y no es algo descabellado, el que los ancestros de nuestra especie hayan pensado que un río que nos da el agua que bebemos y una planta que nos alimenta sean seres de una espiritualidad mágica. Imagínate, si en nuestra especie se piensa en Dios como un ser con poderes omnipotentes sobre todo el universo, un ser que, sin embargo, nadie ha visto en su forma material, pues con mayor razón las primeras culturas de la especie humana en la Tierra, se dieron a pensar con sentimientos de gratitud que la materia del mundo también poseía una espiritualidad poderosa y por eso la adoraban. ¿No te parece? Tal legado de sabiduría, gratitud y cuidado hacia los demás seres que hacen posible nuestra vida es una actitud de esas culturas que debemos aprender para el presente si queremos seguir vivos. Ni las palmeras moriches ni la brisa nos piden. Simplemente nos dan. En fin, creo que mis poemas les agradaban porque contenían esa espiritualidad en la que ellos creían. También había intuido en mis poemas que los espíritus de sus selvas como el Curupira (guardián de los bosques) o la Yakumama (madre de las aguas) son imaginarios simbólicos de los procesos dinámicos de la vida social y de la materia, de todos los seres animados y no animados que conviven en Amazonia

Curupira

Con un pie mirando adelante y el otro para atrás, el Curupira

camina por la selva, cuidando los animales y haciéndoles trenzas

a las palmeras jovencitas.

 

Los cazadores regalan tabacos al Curupira para que les diga

sus secretos.

 

El Curupira se fuma los tabacos y del humo se forman los caminos

donde aparecen animales, árboles y frutas.

 

Pero los hombres no deben llevarse todos los animales,

árboles y frutas.

 

El Curupira podría soplar el humo para que desaparezcan

los animales, árboles y frutas.

 

Puede soplar todo su humo para que se borren los caminos.

 

También podría decirles a los animales sus secretos

para cazar a los hombres.

 

 

 

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